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jueves, 29 de octubre de 2020

EL MADRILES, SE AHOGÓ COMO UN GORRIÓN




El MADRILES,
foto de el Correo


El Madriles nació en Madrid, un día de San Esteban de 1.910 y fue bautizado un año más tarde en un tres de enero, el día de Santa Genoveva. Llegó a Bilbao antes de la guerra, cuando San Mamés era un solar.
Hoy este singular vagabundo es uno de los personajes más queridos en el Casco Viejo. Desde sus baqueteados 70 años recuerda fundamentalmente los buenos momentos de su vida. Al fin y al cabo para que acordarse de los malos, si se ha sentido la presencia amenazante de la muerte tan cerca, en esas noches de frío, en las que el aliento puede llegar a helarse, cuando se duerme debajo de los arcos de la Ribera.
Al Madriles le robaron la semana pasada la carretilla con la que recoge cartones y se gana el bocadillo de cada día.
Pero como es toda una institución desde la calle Somera a Barrencalle-Barrena, la gente le ha comprado una nueva que él guarda como un tesoro. La caretilla es algo más que un Mercedes Benz para el Madriles. Es su patrimonio y toda su riqueza.

Trabajó durante 25 años en la empresa Francisco Delgado y luego otros quince en la CAF de Beasain. Después entre carga y descarga, fue tirando en el mercado de la Ribera.
Hasta que los mayoristas se trasladaron a Merca-Bilbao. Los almacenistas se fueron, si pero el Madriles se quedó en su Casco Viejo. Y empezó a recoger cartones con su carretilla. Con las cuatro pesetas que le pagaban por kilo en la calle de la Encarnación, viene a sacar al día hasta cien pesetas, pero no es fácil llegar a los veinte duros diarios, en medio de tanta competencia, pero da igual  con sesenta pesetas también puede comprarse cien gramos de chorizo y hacerse un bocadillo y tomarse un café con leche. El postre corre por cuenta de los fruteros de la plaza. Siempre le regalan una naranja o un plátano o una manzana.
Lo peor comienza a las diez de la noche. Se hacen eternas las horas durmiendo bajo los arcos, cerca de un kiosko de periódicos con la carretilla y los cartones al lado.
Acurrucado el Madriles espera la llegada de un nuevo día.
"Si pero así no me tiene que mantener nadie y pongo el vuelo donde quiero"dice.
Si tuviera la oportunidad  de volver a sus veinticinco años seguro, seguro que no le hubiéramos conocido.
"Si tuviera veinticinco años estaría en Nueva Zelanda. Conozco a un amigo capitán de barco en Santurce que me hubiera ayudado a embarcar.
¡Pero no tengo 25 años, tengo setenta! ¡Que le vamos hacer!
Habrá que esperar un año más al próximo invierno. Y quién sabe puede ser el último.
Durante algún tiempo empleó treinta duros diarios de sus 8.885 pesetas de su retiro en pagarse una cama.
Salía por las mañanas de la pensión, situada en el número diez y seis de la calle Dos de Mayo con una idea fija:
"A mi solo me sobra para tomarme un café con leche y la patrona con sus dos hijas se pone morada a chuletas".
De manera que decidió romper con la situación y dormir al sereno. Nunca más comerían chuletas a su cuenta la patrona y sus dos hijas.
Así es este Madriles, no se toma un vino con el primero que llega y le invita ¿Madriles te tomas un chiquito? me dicen  algunos en Barrencalle y Somera. Y yo acepto o no acepto, porque un servidor se toma un vino con la gente que le apetece o le interesa. No con el primero que llega.
Venía hace ya tiempo desde Santurce a Bilbao bajo una lluvia torrencial que le empapó hasta los huesos, luciendo chorreante la carretilla. Dejó los cartones como siempre en el almacén de la calle Encarnación. Fue un día duro.
Estaba cansado y se durmió sin quitarse la gabardina, calado bajo los arcos de la Ribera. Amaneció con fiebre. Despertó horas después en el Santo Hospital con una pulmonía(Estos señores se portaron muy bien conmigo y me curaron).
Edorta Alarzagüena le ha ofrecido un hueco en su caravana, aparcada frente a la ría, a cien metros de la iglesia de San Antón. 
Son las cuatro y media de la tarde. En la caravana de Edorta duerme plácidamente un viejo de barba blanca, Madriles. Quién no conoce a Madriles en el Casco Viejo. Ha dormido tantas veces en los soportales que están enfrente del Mercado de la Ribera.
Lamiak, Txomin Barullo, Poxpolo son los sitios donde suele ir a tomarse un cacharro de vez en cuando.
Muguerza el pintor le ha hecho un retrato, que expone en una galería de Bilbao. Los vecinos del Casco Viejo le han comprado una carretilla nueva. Con los veinte duros de beneficio por la venta de cartón se llena los bolsillos de naranjas, botes de lentejas, bocadillos de chorizo y todavía le sobra para tomarse un vino en el bar de Modesto. ¿Qué más puede pedir a la vida el Madriles, el hombre que pone el vuelo donde quiere?...
Tal vez solo una cosa que el próximo invierno no sea excesivamente duro con sus débiles pulmones, porque como dice el mismo "Nunca se sabe si será el último invierno". En el fondo tampoco le preocupa demasiado que sea el último. Piensa en voz baja: Alguien se encargará de enterrarme. Se rasca la boina, enciende un cigarro y tras alisarse su inconfundible y espesa barba blanca, sonríe con gesto de hombre cansado. Porque el Madriles ha sido un rodador, un pájaro al que nadie ha podido cortarle las alas, partió hace mucho tiempo de Madrid, para encerrarse en una jaula llamada Bilbao.
La única jaula en la que el Madriles se ha sentido libre, sin tener ni amo, ni patrón. Puso hace mucho tiempo el nido en el Casco Viejo.
Y busca el alpiste entre Barrencalle y Somera.
Si alguna mañana de invierno ese nido apareciera vacío, alguién debería preocuparse de recoger la carretilla del Madriles. Es todo su patrimonio. La herencia de un personaje singular para el Casco Viejo.
 
Cuentan los que le recogieron  que su diminuto cuerpo solo era un prominente bultito. A él le gustaba volar bajito, como un gorrión ir de balcón en balcón, como un gorrión y moverse por instinto "como un gorrión....Madriles", el entrañable vagabundo que un día decidió construir su nido de pajarillo silvestre en el Casco Viejo se ahogó.....como un gorrión.
Neruda hubiese escrito los versos más tristes en su muerte. Para nosotros ni siquiera un millón de crisantemos podrán llenar el volumen de su vacío, en cada rincón del Casco Viejo. Nos habíamos acostumbrado a verle con su sempiterna barba blanca y esa camisa de cuadros que se ha llevado la muerte en lodo, la misma muerte que hará enmudecer a todos los pájaros  y preguntar a los niños: Padre ¿por que no cantan los pájaros? ¿Es que acaso nos hemos quedado sin pájaros?, sin que alcancen a comprender que el silencio durará el tiempo que tardes en encontrarte con ellos, más allá del tiempo y del lodo.

los soportales de la Ribera y el Mercado
 
Te recordamos Madriles libre de honorarios y compromisos, sin envidiar al canario su color, ni su canción, reposando tu vuelo en una mesa del Lamiak. 
Alguna vez al más ingenioso de tus múltiples amigos se le ocurrió decir: Este Madriles es el primer y único punkie de Bilbao. Pero tu no entendías de esas modernidades, provocadas por el detritus urbano.
A tí lo que realmente te gustaba en las cálidas noches de oratoria etílica era dejar claro a los cuatro vientos, tu inquebrantable condición de "rojeras", con ese inconfundible acento castizo "Soy sobrino de Pablo Iglesias y a mucha honra ¿entendido?

Siempre corres con el peligro de encontrarte con el "progre", que es un personaje que me resulta detestable, porque traspira cierta pose, cierto papel aprendido que desprende un tufillo de falta de autenticidad que no lo puede aguantar, que le repele, esto lo decía Edorta el amigo del Madriles. 
Me parece verte en la nublada tarde de octubre, sentado en la caravana de Edorta Alarzagüena, mirando plácidamente a esa ría que se ha vuelto loca y ha arrasado tu nido, calle por calle, hasta llegar de la Ribera a la calle Bidebarrieta, donde buscabas tu alpiste. Eres más dado a vivir que a contar tu vida pero esa vez, no se muy bien por qué, quizá porque la ría estaba más serena que nunca, hablaste de tu infancia madrileña, de tu madurez republicana, del tiempo y la guerra, de las pensiones de mala muerte y de aquella patrona que te mataba de hambre y luego terminó llamando al periódico, quejándose de lo que habías dicho(hay verdades que matan), hablaste también de tus amigos, los vecinos del Casco Viejo(acababan de robarte la carretilla de los cartones) y ellos te compraron una nueva preciosa, oye por suscripción popular, de los hombres y mujeres del Mercado de la Ribera siempre dispuestos a darte de comer en su mano, pequeño gorrión y de "esos chicos jóvenes que tanto me quieren"te referías a la marabunta vital del casco y también dijiste algo de la libertad..¡Ay que palabra! de ser pronunciada por un hombre conducido por la derrota al punto exacto de nuestros deseos....¡ La libertad! Nadie como tu Madriles llegó a subvertir  el orden público sin apoyo de la clandestinidad dando un golpe de estado permanente, a nuestra cotidiana cárcel de derechos, deberes, horarios, compromisos, seguridades, consumismos, miedos, cobardías y contradicciones con tu sola presencia. A todos al menos alguna vez nos hubiera gustado ser tú, vivir a la décima de segundo, volar, volar, volar lejos de las jaulas de aluminio que nos aprisionan.
El vino nunca llegó a matarte(solo una vez se enfadó contigo, aquella en que los vecinos te hospitalizaron a causa de una cirrosis) y ahora ya ves, viene una tromba de agua, sin ojos, sin corazón y nos hace llorar a todos en tu ausencia. Tenías razón el vino es un compañero más noble.
La tuya no debería ser nunca una llorosa necrología Madriles, pero como evitar las lágrimas de Fede el de Txomin Barullo, al levantar del lodo tu cuerpecito embarrado y tus alas mustias.
Si el olvido es capaz de borrar todo este dolor y toda esta miseria, los niños volverán a oír cantar a los pájaros y desde tu nido Madriles en el Casco Viejo, el viento nos traerá de nuevo, su voz, tu trino de los momentos más eufóricos cuando levantabas la cabeza, mirabas a tu alrededor y gritabas ¡Viva Pablo Iglesias!
Lo encontró un comparsero de Txomin Barullo. La comparsa Pinpilinpauxa planeó organizarle un homenaje, tras su muerte, pero todavía se lo deben, la intención sigue en pie "porque quienes le conocimos aún nos emociona su recuerdo y era un tío feliz y un idealista.



El contenido íntegro de este artículo lo publicó Antxón Urrosolo y yo lo recojo en este blog por su belleza y calidad humana.
Madriles se ahogó como un gorrión, 30 de agosto de 1.983.
Madriles como un gorrión que anida en el Casco Viejo, 23 de mayo de 1.980. Publicados por el Correo, su autor Antxón Urrosolo

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